Sabemos que no es fácil hablar con claridad y sencillez de algo tan importante como la sexualidad y,
sobre todo, cuando se trata de nuestros hijos e hijas. Sin embargo, es posible
y está en manos de todos: para una educación sexual en familia no es necesario
ser maestro, medico o psicólogo, ni tampoco hay que saberlo todo. Para
comenzar, lo más importante es el afecto, crear climas de confianza, tener una buena disposición y poder escuchar y
comprender a los chicos.
En un primer
lugar, es necesario que sepamos que la Educación Sexual Integral no es sólo
“hablar de relaciones sexuales”. Es mucho más que eso. Tiene que ver con aprender a expresar
emociones y sentimientos, a reconocer y respetar valores como la amistad, el
amor, la solidaridad, la intimidad propia y ajena y a cuidarnos y cuidar a los
demás y la integridad de las personas.
La Educación Sexual Integral también tiene que ver con los
derechos de las personas; por ejemplo, a
ser bien tratados, a no sufrir presiones para tener relaciones sexuales si es que no quieren, a que se trate de la
misma manera a varones y mujeres, a ser respetados no importa cuál sea la
orientación sexual, a decir “no” a las relaciones de parejas violentas, entre
muchas otras cosas.
La ley 26.150 dice que es obligatorio enseñar Educación
Sexual Integral en los jardines de infantes y en las escuelas primaria y
secundarias del país, sean de gestión estatal o privada. También dice que las
familias deben estar informadas sobre este tema que se brinda en las escuelas.
La sexualidad se refiere a una dimensión fundamental del
hecho de ser humano. Se expresa en forma de pensamientos, fantasías, deseos,
creencias, actitudes, valores, actividades, practicas, roles y relaciones. La
sexualidad es el resultado de la interacción de factores biológicos, psicológicos, socio económicos, culturales, éticos y religiosos o espirituales. En resumen, la sexualidad se practica y se expresa en todo lo que somos,
sentimos, pensamos y hacemos.
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